martes, 19 de agosto de 2008


Mi amigo Mr. J dijo: El día que las mujeres aprendan a no ser sentimentalmente dependientes y se den cuenta de que son el verdadero sexo fuerte, se nos acaba la joda. ¿No suena maravilloso? Eso es un caballero. ¿Pero qué es exactamente ser “sentimentalmente dependientes”?


En el marco de la experiencia personal y las conversaciones entre mujeres se me ocurren un par de síntomas: la ansiedad que genera estar esperando un llamado de teléfono, los interminables preparativos que anteceden una cita, hablar obsesivamente de él (me dijo… y yo le dije… lo acepto así me he visto ultimamente) al punto de agotar hasta a la amiga más resistente, (lo siento Miss N.) idealizarlo pensando que les gusta a todas, querer siempre un poco más de su atención, extrañarlo, pensar en él cuando vemos salir la luna, o cuando leemos algo interesante, o cuando nos vamos a dormir (¡no parar de pensar en él!), sufrir elucubrando teorías paranoicas cuando no aparece, dejar de lado todas nuestras actividades cuando aparece, estar pendientes de sus cambios de humor, justificarlo siempre, no poder decir que no, ni poner límites, sentir que el mundo desaparece cuando nos mira, querer siempre un poco más de eso que sentimos cuando estamos con él y, principalmente, tratar de ocultar nuestras desesperación para que el sujeto no huya.


Otra amiga, agotada de escucharme, me dijo “¿No será una especie de adicción a sentir, una adicción al romance?” ¿Será? Y ahí volvemos a J. ¿Si dejamos de ser sentimentalmente dependientes, ellos caerán muertos de amor a nuestros pies? Ahí está la trampa, es una paradoja. (En algún lado leí que la histeria es el deseo del deseo del otro, algo así como una compulsión ¡mirame, deseame, amame!)
Pero tanta energía contenida, tantas preguntas sin respuestas me llevaron a una pequeña investigación. He aquí una síntesis de lo que encontré googleando:


Neurólogos estadounidenses han descubierto que el amor actúa en el organismo como una adicción. Cuando estamos "locamente enamorados", segregamos una sustancia denominada dopamina que produce euforia, dependencia emocional, atención focalizada en el sujeto amado y aumento de energía. Nos encontramos bajo los efectos de una "droga".Se trata de una sustancia similar a la cocaína producida en la región del hipotálamo.

Este neurotransmisor invade la mente, permite vivir con pasión un amor intenso, proporciona un placer voluptuoso y, cuando sus niveles se desequilibran, hace que se pierda el control.

La dopamina, según los científicos, es la responsable de susurrarle a nuestros cuerpos "tienes que desear". Entonces la hipófesis -glándula situada en la base del cerebro- comienza a producir y segregar el torrente sanguíneo oxitocina, neurópeptido que estimula los órganos sexuales.


Y hay más:


Los adictos al amor: Lo viven como si fuera una droga: en cada relación afectiva se entregan, gozan y sufren sin medida, y son conscientes de que han perdido el control pero no pueden dejarlo. Si la pareja se rompe, se entregarán de nuevo, luciendo sus heridas y con la misma intensidad enfermiza. Son los adictos al amor, la representación carnal de Emma Bovary.Estar enamorado de por sí ya supone una pérdida de control. Pero el adicto lo que quiere es perpetuar la fase de enamoramiento una y otra vez. No sabe salir de esa fase. Tiene un deseo de hacer crónica esa etapa de enamoramiento que normalmente dura en torno a un año. No soporta vivir con una persona si no está en esa especie de trance apasionado.


Sentimentalmente dependientes o adictas al amor, “dopaminómanas” o románticas incurables, gatafloras o insatisfechas. Aunque generalizar siempre es engañoso, hay que reconocer que el tema es esencialmente femenino y atemporal.


Voy a proponer a la banda de este blog la implementación de un curso promoción lanzamiento: “Aprenda a combatir la dependencia emocional.”
Desde ya, se agradecerán infinitamente comentarios y sugerencias.

1 comentario:

Pipa Hidraulica dijo...

Las mujeres tienen el poder. Una mujer sin prejuicios, con plena conciencia de si misma, es poderosísima. Que miedo.