Obvio que me dá miedo!! – dije a mis cuates muy segura de mi misma.
Yo debía lanzarme de un avión en movimiento y sólo sostenida por las tristes cuerdas de un paracaídas.
Buscamos a los de Xperimenta y ellos se dieron a la tarea de mandarnos a volar.
El día planeado desperté 45 minutos antes de que sonara el despertador. Tranquila,- me dije – no pasa nada. Sólo plantéate las 30 preguntas existenciales sobre tu vida que aún no haces y le llamé a mi má:
- ¡Virgen del santísimo socorro! – exclamó la recien convertida al telefono - ¡Estás loca!.
La cita era a las 12 del día en el Aeródromo de Cuautal, tras casi dos horas de carretera, el letrerito se asomó tímidamente detrás de una curva: “Aeródromo. Paracaidismo Cuautla”. Si mi intuición no fallaba, debía continuar entre la maleza. Una vieja Casona cuatro plazas nos esperaba.
-Llegamos – dije triunfal - ¡Somos los que van a aventarse del paracaídas!
Los trs hombres sentados bajo la gran palapa apenas voltearon. Ninguno expresó una gran emoción al vernos. – El piloto tuvo un accidente, pero ya viene otro de México – no anunció uno de ellos – Llega como en dos horas. Les avisamos.
¿Accidente? Dos horas era el tiempo justo para salir del lugar y huir. .........Cuatro tacos de cecina de Yecapixtla con aguacate y tres chorizos después, cuando estaba por decidir que un saltito en paracaídas no me haría mejor persona, sonó el teléfono.
-Ya es hora – me dijeron.
Con la comida en la boca del estómago, regresamos al aeródoromo. Además de los tres tipo que nos miraban con ternurita (incluido el camarógrafo que ya grababa mi inestabilidad emocional), llegaron Eréndira y su padre. Ella, morenita, con vestido ligero, sonriente y de mi vuelo y rodada, es la única mujer que hace tandem en el país. La escogí no sé si por solidaridad femenina, por empatía o porque ya en estas prefería morir con ella pegada atrás.
-Creo que lo pensamos bien y mejor vas sola – dijo uno de mis compañeros y así fue como me quedé sola con Eréndira, el camarógrafo, el piloto y los paracaídas, sola y a mi suerte.
Me presentaron un coqueto overol blanco con un letrero rojo que decia “super” en el trasero y que me hacia ver como una oruga blanca con vivos verdes y rojos en manos y pies, acomodé mi greñero, me puse los guantes y me dejé atar el arnés en el torso.
-Tírate en el suelo… haz arco. Sube las rodillas… haz arco…. –
Se encendió el motor de la avioneta y en la portezuela continuaron las instrucciones -. Levanta la barbilla. Haz arco. No sueltes el arnés. Haz arco… Subimos el camarógrafo, el piloto, Eréndira y yo. El vuelo duró veinte minutos eternos y ruidosos mientras el sol se dibujaba como una pelota roja convirtiendo el paisaje en una foto monocromática. Sólo logré pensar en La Reina del Sur: seguro así eran los paisajes de Teresa, suspiré.
Entonces sentí una mano en el hombro. Con señas, Eréndira me indicó que me hicara junto a la portezuela y tomara posición. Se colocó detrás y ató su arnés al mío. Me puse los gogles y empecé a sudar. Con las manos aferradas al arnés miré al piloto que sonreía con el pulgar en alto y decía algo inaudible.
En un instante se abrió la portezuela, el camarógrafo desparació y una ráfaga de viento frío entró violentamente. Demonios. Me congelé mientras miraba tímidamente hacia fuera. El vacío, la nada, el estómago se me hizo chiquito con todo y tacos.
-Ay, ajaaaaaaaaaa – dije -. No, no ¡no! ¿Estamos todos locos? Está altísimo.
A 3,000 pies el paisaje era….. Aterrador. El corazón me latía tan fuerte que lo escuchaba. El dedo índice de Eréndira señalaba hacia algún lado fuera de la portezuela. Su pie derecho ya estaba en el estribo de la rueda. Primera fracción de segundo.
Lo que seguía era poner el mío…… a su lado?, ándale, saca el pie, me dije.
Segunda fracción de segundo.
Yo paralizada
Tercera fracción de segundo.
Eréndira hacia señas y gritaba algo que yo nomás no escuchaba
Como robot, saqué el pie, lo puse en el estribo, me aferré al arnés y mi cuerpo de un solo bloque se tambaleó fuera de la aeronave. El viento me agitaba las mejillas mientras me sacaban video. Y eso, seguro, no se vería nada sexy.
- ¡Haz arco! – gritaba Eréndira, ya desesperada.
Acerco su mano a mi barbilla, la levanto y solte los pies cual bailarina de ballet en plena pirueta 4, 3, 2, 1 y mi cuerpo cayó a 180 kilómetros por hora. Grité. Ahí estaba yo: libre, intensa, loca y mi amigo el camarógrafo daba vueltas a mi alrededor. Como estrella de alfombra roja, mandé besos y saludos estilo señorita México. Entonces, el jalón y silencio. El paracaídas se extendió en el cielo y mi cuerpo empezó a flotar.
- Ay que bonito!!!!, - dije - . Sána y salva.
Pero el suelo estaba frente a mi acercándose vertiginosamente…… Y las instrucciones de Eréndira ya ni oía. Brazos, cuerdas, los pies. Corre, corre, corre. Erendamiento de tobillos. Corre, corre. No. Frena.
Puse los talones en tierra cual Picapiedra en troncomovil. Mi trasero, con todo y su letrerito fueron dejando tremendo surco en la tierra cobriza.
¡Plop! She había aterrizado.
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